Cierto, señor Trane. Ha dado usted en el clavo con su breve, precisa
y muy certera reflexión. También en los colegios de primaria, cuando yo era un
tierno infante, había sujetos atrabiliarios, malencarados y sobre todo
ENVIDIOSOS del talento ajeno por no poseer ellos ningún otro que -y digo en el colegio- MEMORIZAR textos y luego soltarlos en los exámenes y olvidarlos inmediatamente, puesto que ya habían superado la prueba.
Con "la prueba" me refiero, claro está, a los
exámenes que nos ponían en la EGB, época añorada por mí como así supongo lo será por usted o, en su caso, por sus prescientes ancestros, señor Trane.
Y digo "prescientes" y no otra cosa, porque, señor Trane, es claro que usted recibió una
educación exquisita que le lleva ser
comedido en sus comentarios. No tuve yo esa gran suerte, muy al contrario, señor Trane: quienes me educaron fueron una
panda de hijos de puta con pelos en el lomo que, lejos de adiestrarme en
la circunspección, la tolerancia y el buen rollito, me envenenaron de
cachondeo puro,
ansia pedorra y
deseos inconfesables .
Respecto a de esto último, tengo a bien dirigirme a usted, señor Trane
(¿quizá podría tutearle?) y rogarle con el debido respeto que, si conoce usted a alguna
fémina de buen ver haga usted el favor de notificarle de viva voz o por escrito que por este foro merodea un tipo culto, educado y potente. A la par que
listo, guapo y salao.
Antes de que algún
celoso Administrador de este providencial foro (en el que he depositado mis esperanzas de realizarme en aquello que mi psicoterapeuta denomina TERAPIA OCUPACIONAL) decida, por fin, suprimir toda posibilidad de seguir yo pasándomelo tan
dabuti escribiendo aquello que nadie quiere leer, he de decir una última palabra:
Señorias, señores, señoras, estimado público, ATENTOS:
Yo no tengo la culpa de ser como soy.
En esta sociedad que se define INCLUSIVA quedan todavía FLECOS que recortar. Aunque parezca imposible y hasta mentira e incluso una FARFOLLADA DE COJONES afirmar lo que sigue, sucede en España algo curioso: la democracia, la libertad, los derechos, la igualdad, la separación de poderes, el imperio de la ley, el orden público, las buenas costumbres, la moral colectiva y un sinfin más de conceptos que designan CONQUISTAS SOCIALES de las que todos -incluso los TREMEBUNDOS Secretarios Judiciales que fueron mis jefes- nos hemos de sentir ORGULLOSOS, todo eso, todas esas palabras son, después de todo...
conceptos, no realidades.
Que unos se conviertan en otros depende solo de
una única cosa:
que cada uno haga por este país todo lo que pueda. Para eso nos dejan las tardes libres a los Funcionarios de la Administración de Justicia. ¿No lo cree usted así, estimado señor Trane?
Para terminar por hoy, solo una última aclaración: DECLARO solemnemente aquí y ahora que me ofrezco VOLUNTARIO para cualquier labor requerida por las posibles (y sin duda
potables)
mujeres que puedan leer este texto. Por una vez -y siendo por mi país, toda renuncia me parece poca- lo haremos SIN PAGAR. Y, yendo aún más lejos y a riesgo de que se considere un EMBUSTERO, UN DEMENTE O UN simpatizante de ciertas ideas malolientes, DECLARO AQUÍ Y AHORA que lo haremos DE BALDE ella y yo
aunque ella sea una Juez o una Secretaria.
P.D. cualquier sacrificio por el suelo patrio es insignificante, a fin de cuentas contender con una Ilustrísima de aquellas siempre fue un trabajo duro pero alguien teníaque hacerlo y, después de todo, de algo hay que morir. y addemás yo tenía VEINTE AÑITOS cuando entré en la Administración de Justicia y las jefas que me dieron órdenes casi me doblaron siempre en edad. Otra cosa no doblaron, aunque alguno lo intentó, pero no, no doblaron más que la edad.
Y los cuernos de sus maridos.
Ni me arrepiento ni me avergüenzo de mi muy remoto pasado como especie de funcionario jovencito gigoló y chavalote con lengua vivaz. Pero había de soltarlo, pues así me lo ha prescrito mi PSICOTERAPEUTA pagado, hasta ahora y no hay queja, por la Mutualidad General Judicial, ilustre institución a la que deseo, por la cuenta que me tiene, una larga vida.
Va por ustedes, Ilustrísimas Señoras.
(Aquí suena un audio con el Himno de España).
Se cierra el telón.
(¿Continuará?... Quién sabe, estamos en manos del señor... del señor Administrador).