Vaya, siento haber suscitado tanta polémica durante mis vacaciones. Era plenamente consciente de que el tema suscitaría opiniones encontradas, y por ello inicié mi mensaje dando por sentado que sería juzgado. Algunos de los juicios me han parecido muy interesantes, y de algunas de las experiencias que se explican, sean o no verdad, tomo verdadera nota mental. No puedo responder a todo lo que se ha dicho. Pero quiero decir algunas cosas.
Me gustaría destacar que aún quienes se han mostrado más contrarios a la infidelidad como fenómeno, han reconocido en la mayoría de los casos que lo de enamorarse estando casado o emparejado es algo que “le puede suceder a cualquiera”. Muchos de nosotros nos hemos enamorado alguna vez. En el colegio, en la facultad. En algunos casos incluso eso ha dado lugar a un matrimonio o pareja más o menos estable. En otros esas uniones no han venido precedidas del enamoramiento, o no de los dos, sino de la conveniencia (bien entendida) de uno o ambos: nos llevamos bien y me gusta, me apetece formar una familia y parece un buen candidato....
He cazado de internet (en una página de divulgación científica, lo juro, no en
WWW.hola.com) lo siguiente:
“El psiquiatra José Miguel Gaona explicó a Efe que el amor, aunque no suene 'especialmente romántico', no deja de ser una conjunción de reacciones químicas, ligadas a otros estímulos como alimentación, actividad sexual 'o aficiones similares'.Ese tipo de reacciones tienen una función determinada, como es crear vínculos que permitan cuidar a la descendencia, 'no para que nos sintamos bien porque los humanos seamos el centro del universo', puntualizó.
Nos enamoramos paso a paso: en una primera fase reconocemos en la pareja actitudes, virtudes y otros elementos clave que responden a la frase 'me parece atractivo', explicó Gaona.
La segunda fase, que puede darse incluso el mismo día, 'es el momento de las fantasías desbocadas, en el que atribuimos cualidades extraordinarias a nuestra pareja debido al bienestar endorfínico que nos produce su cercanía'.
En esta fase la reacción es explosiva y no carece de 'cierto peligro', puesto que 'nos enganchamos a la reacción química que nos produce una persona y le atribuimos cualidades que en realidad no conocemos'.
En las dos últimas etapas hay más trato y actividades en común, y se crea un vínculo emocional y sexual, con una segregación importante de la feniletilamina, que también aparece en el chocolate, de ahí que no sea casual que se considere a este dulce como a un sustitutivo del sexo.
Produce adicción
Quienes comparan el amor con una droga no carecen de razón, es precisamente cuando deja de segregarse esta sustancia cuando surgen los problemas, y es que las endorfinas, junto con las apomorfinas, son las hormonas que inducen a la adicción.”
Es evidente, el enamoramiento (que actualmente hay consenso científico en que tiene que ver con sofisticados sistemas por los que detectamos que el otro tiene un sistema inmunológico que, cruzado con el nuestro, dará un individuo más fuerte de la especie) a muchos “se nos escapa de nuestras manos”. Y me resulta difícil pensar que por tener pareja, uno se inmunice frente a una reacción que es pura química. O sea que soltero la naturaleza llama a algo que al que tiene pareja no le sucede. No encaja con la función química del enamoramiento que es, sin más, procrear. Habrá casos en que unas profundas convicciones culturales/religiosas podrán mitigar el efecto, no lo niego, pero en la mayoría de los casos no será así. Sobre esa base, y un cierto consenso (que por cierto mi mujer repite con cierta frecuencia) en que “a cualquiera le puede pasar” sólo falta por determinar cómo debe uno comportarse a continuación.
Y aquí, convencido como estoy de que todos tenemos nuestra razón, yo ahora vuelvo de mis novenas vacaciones familiares enamorado de alguien que no es mi mujer, y las cuartas en plena vigencia de eso que se llama “doble vida” (que no incluye vacaciones, ni escapadas, ni nada por el estilo, sólo desayunos intercalados en la jornada laboral, o encuentros a la hora de comer). Y resulta que allí les miraba a los tres, totalmente felices de esta vida familiar que la estabilidad les proporciona, y no podía encontrar ni una sola razón por la que yo debiera vivir mi historia de amor libremente. A uno de mis hijos ello le ha supuesto, simplemente, haber tenido a su lado a su padre y madre casi toda su vida, y a mi hija una buena parte de sus años disfrutando de la ayuda diaria de sus dos padres con los deberes, fines de semana de actividades familiares, etc... Tal vez equivocadamente, no entiendo cómo conceptos como la lealtad, la fidelidad, etc..., pudieran anteponerse a unos cuantos años de felicidad ajena. Yo, desde luego, no le pondría ningún pero a mi madre o mi padre si me explicaran que un día hicieron aquello por mí. Pero claro, es una posición. De hecho, me parecería estupendo que mi mujer viviese como yo una aventura pero, por coherencia, tampoco me gustaría que ello le supusiera dejarnos. Me gustaría enterarme por aquello de que me liberaría de la punzada de mala conciencia que (no nos engañemos) con frecuencia siento en el pecho cuando estamos en casa. ¿Cobardía? Lo fácil hubiera sido mandarlo todo al garete hace años, ganas no me han faltado, sobre todo tras las típicas discusiones de pareja. Pensad que no es que mi mujer me quiera más a mí que yo a ti, es que hace muchos años en que simplemente nos llevamos bien y la convivencia es cómoda, no creo que nos queramos gran cosa, pero tampoco creo que en una vida familiar convencional y tradicional eso sea algo esencial. Simplemente, estamos ahí.
Por último, que me canso y tengo que seguir con mi impostada vida familiar: hasta el año 2000, yo pensaba exactamente igual que quienes más critican mi postura. Recuerdo que le comentaba a mi compañera lo perfecto que era mi matrimonio, y cómo manteníamos viva la llama del amor con pequeños detalles, pequeños gestos. Le explicaba lo importante que era una determinada cercanía física, besos improvisados, besos al verse, antes de dormir, una caricia al cruzarse en el pasillo o en la cocina. Así pensaba yo, que era inmune a lo que pudiera venir, y nunca sería uno de esos desalmados. Y mira ahora, me tengo que comer con patatas lo que pensaba.
Dos cosas más: ya que hablas de fuegos y humos déjate decirte algo que leí en algún sitio, no puedo citar a nadie pero reconozco que no es mío: hay que tener cuidado de que el humo de la vida que has incendiado no te impida ver la nueva vida que motivó el incendio. Es arriesgado.
Y otra: mi mujer es feliz, mucho, lo dice con frecuencia, no veo porqué nadie debería tener “compasión” por ella. Compadecer es padecer con alguien, y ella no padece. Lo siento, aquí padezco yo, que me paso a veces noches en blanco dándole vueltas al tarro. Y otra cosa, los que habláis del morbo del secreto y de vivir una pasión desenfrenada me temo que no sabéis lo que es una relación de este tipo. La mía dura ya cuatro años, el secreto es una puta mierda, no resulta nada excitante, meterte en un hotel y pasarte tres horas encerrado resulta lo más cutre del mundo, no tiene ni un solo aliciente. Nosotros personalmente tratamos de hacer cosas menos íntimas pero menos cutres, aunque implique menos acercamiento físico. Me temo que estáis pensando en una noche loca, que puede que a alguien le de morbo (a mi nunca me lo dio, no me ha interesado nunca lo más mínimo el sexo por el sexo) pero tras cuatro años si de verdad pensáis que vivimos una pasión desenfrenada vais muy, muy desencaminados. La pasión acabó hace tiempo. A veces nos hemos pasado las horas juntos y, pudiendo, no hemos hecho nada salvo charlar. El secreto, la doble vida, son un asco, un verdadero asco, no tienen ninguna gratificación. Y además erosionan enormemente la relación, pues conoces al otro con una problemática que sobra: muchas veces estamos tristes, dubitativos, a veces esperas que la comida va a ser fantástica y resulta que el otro ha decidido dejarte porque no aguanta más. No se en qué pensais, tal vez hayais visto películas equivocadas. Simplemente, creí haberlo explicado, hemos optado por algo por preservar la felicidad de los que nos rodean, en perjuicio nuestro. Tal vez sea un error, yo ahora no lo sé, y le he dado muchas más vueltas que cualquiera que dedique un rato a leer y escribir en el foro, lo aseguro. Y también he derramado muchas lágrimas maldiciendo mi suerte, no haberla encontrado antes, etc....Por ejemplo ahora las vacaciones para mí son un tormento, que de otro modo no sufriría. Pero ha llegado un punto de no retorno, hemos caminado demasiado para volver al punto de partida como si nada hubiera pasado. Y nos resulta muy difícil ser egoístas, pensar en nosotros, o ser irresponsables con nuestros hijos. Simplemente eso. Yo la adoro, la veo en todas partes, pienso en ella hace ya casi nueve años de forma casi permanente, estoy convencido al 100% de que es el amor de mi vida, pero ahora mismo es complicado, y de momento hemos adoptado una posición. A veces sueño con que cambiemos de opinión. Y a veces sueño lo contrario. Que nadie me envidie, esto es una mierda, con perdón.
: por supuesto que se me ha ocurrido dejar a mi mujer y mis hijos. Se me ocurre unas 10 veces cada hora. Pero, hasta ahora, he optado por no hacerles daño, y mantener su absoluta felicidad. Puede que sea un error, pero no creo que ellos lo vieran así. Conozco a mi mujer algo mejor que quienes intervienen en este foro, lógicamente, y se que ella lo que quiere, por encima de todo, es ser feliz. Y lo es. Por ahora.
No quiero aburriros. Ha estado bien el culebrón del verano, gracias a todos, personalmente he crecido algo con vuestras intervenciones, con todas ellas. Me temo que todos hemos tenido parte de razón, o incluso toda.