por condemorcete » Dom 26 Jul 2020 7:00 am
Haga usted el favor de no insultar, señor Administrador, que voy a tener que avisarlea usted, como ya tuve que hacer una vez con un congénere suyo, un Secretario Judicial que, aparte de trabajar lo justo, llegar tarde cuando llegaba y pasarse la mañana con las manos en los bolsillos, tuvo la ocurrencia de faltarme al respeto.
Ese Secretario, congénere suyo, señor Administrador, confundió la superioridad jerárquica con tener patente de corso para cometer todo tipo de polacadas, y lo hizo hasta el día en que, satisfecho por haber ACOJONADO a mis compañeros, tuvo entonces la peregrina ocurrencia de insultarme delante de ellos, como para reafirmar su autoridad de NEGRERO pagado por el Ministerio de Justicia con un sueldo mucho mayor que el de los que el veía como "sus" funcionarios, sobre los que, como capataz en un EStado del Sur, blandía el látigo, no por invisible e incorpóreo menos dañino, del expediente disciplinario contra aquel que osara pedirle cuentas por aquellas faltas de respeto que iba soltando por ahí, cuales coces propinadas a la nada por un RUCIO DE POCA MONTA.
Hablamos una tarde en su barrio, a horas en las que el señor Secretario Judicial iba paseando con su señora y con el perrito ( armado, el Secretario faltón, con un palo en la mano para hurgarle los esfínteres y limpiarlos de restos fecales). Después de explicarle a su congénere, señor Administrador, que una cosa era el Juzgado y otra que me insultara un MEQUETREFE, este pareció entender que, parafraseando al señor Cela, "en cuestión de COJONES, la carrera judicial no admite ESCALAFONES".
A ver si va usted a confundirse, también, leyendo mi contestación tardía a sus sorprendentes argumentos, pero, por si acaso se ha abierto la veda para INSULTAR, le estaría muy agradecido si me lo comunicara por la vía adecuada para estos casos, que podría ser quedar usted y yo en una cafetería o, en su caso, si usted lo prefiere, en un lugar así un poco tranquilo donde nadie nos moleste, a usted y a mí, mientras usted trata de convencerme de que usted puede llamarme lo que se le ocurra mientras que yo no puedo decirle lo mucho que aprecio sus intervenciones, tan comedidas, certeras y elegantes todas ellas si no fuera, ay, por el pequeño detalle de que, al llamarme TARUGO, ha incurrido usted en una falta, o en lo que ahora se llama DELITO LEVE, creo recordar de mi época de funcionario. Lo cual resultaría una extraña paradoja o, cuando menos, una llamativa -por lamentable- IRONÍA:
La de que en un parlamento donde intervienen hombres y mujeres encargados de vigilar por el recto cumplimiento del Còdigo Penal y de toda ley en vigor en el territorio español, uno de sus CAPITOSTES ha infringido, precisamente, la ley que dice defender por razón de su pertenencia al distinguido cuerpo de Secretarios Judiciales, o como se llamen ahora.
Y eso nos lleva a una pregunta formulada, hace unos dos siglos, por uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, al referirse al poder sin límite y a su imposible control: "¿Quién vigila al vigilante?"
Tenga usted un buen domingo en compañía de sus seres queridos y también de su familia y sus perros, los de su familia, claro está. O sea: LOS PERROS DE SU FAMILIA, de cuatro patas, se entiende, salvo que alguno ande AMPUTADO, para que usted me entienda, señor Secretario Judicial o como se llame usted ahora.
P.D. Aunque una mente PRECLARA como la suya no necesita de tales explicaciones, me permito -como punto final a mi modesta intervención- aclarar que los esfínteres que su congénere, el Secretario FALTÓN, hurgaba eran los del perrito. ¿Eh?
[b]Haga usted el favor de no insultar,[/b] señor Administrador, que voy a tener que [b]avisarle[/b]a usted, como ya tuve que hacer una vez con un congénere suyo, un Secretario Judicial que, aparte de trabajar lo justo, llegar tarde cuando llegaba y pasarse la mañana con las manos en los bolsillos, tuvo la ocurrencia de [b]faltarme al respeto.[/b]
Ese Secretario, congénere suyo, señor Administrador, confundió la superioridad jerárquica con tener [b]patente de corso [/b]para cometer todo tipo de polacadas, y lo hizo hasta el día en que, satisfecho por haber [b]ACOJONADO [/b]a mis compañeros, tuvo entonces la peregrina ocurrencia de insultarme delante de ellos, como para reafirmar su autoridad de [b]NEGRERO [/b]pagado por el Ministerio de Justicia con un sueldo mucho mayor que el de los que el veía como "sus" funcionarios, sobre los que, como capataz en un EStado del Sur, blandía el látigo, no por invisible e incorpóreo menos dañino, del expediente disciplinario contra aquel que osara pedirle cuentas por aquellas faltas de respeto que iba soltando por ahí, cuales coces propinadas a la nada por un [b]RUCIO DE POCA MONTA[/b].
Hablamos una tarde en su barrio, a horas en las que el señor Secretario Judicial iba paseando con su señora y con el perrito ( armado, el Secretario faltón, con un palo en la mano para hurgarle los [b]esfínteres [/b]y limpiarlos de restos fecales). Después de explicarle a su congénere, señor Administrador, que una cosa era el Juzgado y otra que me insultara un [b]MEQUETREFE[/b], este pareció entender que, parafraseando al señor Cela, "en cuestión de [b]COJONES[/b], la carrera judicial no admite ESCALAFONES".
A ver si va usted a [u]confundirse[/u], también, leyendo mi contestación tardía a sus [b]sorprendentes argumentos[/b], pero, por si acaso se ha abierto la veda para INSULTAR, le estaría muy agradecido si me lo comunicara por la vía adecuada para estos casos, que podría ser quedar [b]usted y yo[/b] en una cafetería o, en su caso, si usted lo prefiere, en un lugar así un poco tranquilo donde nadie nos moleste, a usted y a mí, mientras usted trata de convencerme de que usted puede llamarme lo que se le ocurra mientras que yo no puedo decirle lo mucho que aprecio sus intervenciones, tan comedidas, certeras y elegantes todas ellas si no fuera, ay, por el pequeño detalle de que, al llamarme TARUGO, ha incurrido usted en una falta, o en lo que ahora se llama DELITO LEVE, creo recordar de mi época de funcionario. Lo cual resultaría una extraña paradoja o, cuando menos, una llamativa -por lamentable- IRONÍA:
[u]La de que en un parlamento donde intervienen hombres y mujeres encargados de vigilar por el recto cumplimiento del Còdigo Penal y de toda ley en vigor en el territorio español, uno de sus [b]CAPITOSTES [/b]ha infringido, precisamente, la ley que dice defender por razón de su pertenencia al distinguido cuerpo de Secretarios Judiciales, o como se llamen ahora.[/u]
Y eso nos lleva a una pregunta formulada, hace unos dos siglos, por uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, al referirse al poder sin límite y a su imposible control:[b] "¿Quién vigila al vigilante?"[/b]
Tenga usted un buen domingo en compañía de sus seres queridos y también de su familia y sus [b]perros[/b], los de su familia, claro está. O sea: [b]LOS PERROS DE SU FAMILIA[/b], de cuatro patas, se entiende, salvo que alguno ande AMPUTADO, para que usted me entienda, señor Secretario Judicial o como se llame usted ahora.
P.D. Aunque una mente PRECLARA como la suya no necesita de tales explicaciones, me permito -como punto final a mi modesta intervención- aclarar que los [b]esfínteres [/b]que su congénere, el Secretario FALTÓN, hurgaba eran los del perrito. ¿Eh?